Abel, uno de los heridos del accidente del funicular de Lisboa: «Vamos a morir todos»

04/09/2025Actualizado a las 17:32h. Las primeras imágenes parecían más un escenario de guerra que una de las atracciones turísticas más emblemáticas de Lisboa. Un fuerte estruendo, seguido de humo, llantos y gritos en varios idiomas, transformaron el mítico Elevador da Glória en una de las mayores tragedias de la ... historia reciente de Portugal, en palabras del primer ministro luso, Luís Montenegro. Fundado en 1885, el funicular se asemejaba más a una pieza de museo rodante que a un transporte municipal. No solo servía para evitar la empinada subida al Barrio Alto, también era un reclamo para turistas que aprovechaban el trayecto para hacerse fotografías y grabar vídeos. Este jueves, sin embargo, Lisboa amaneció con una imagen muy distinta: la del funicular convertido en un montón de escombros. Prácticamente no quedó nada del vagón que se estrelló a gran velocidad contra la única curva del trayecto. Eran las seis y cinco de la tarde. Dentro viajaban varios funcionarios de la Santa Casa da Misericórdia de Lisboa, que acababan de terminar su jornada laboral, y numerosos turistas que descendían del mirador de San Pedro de Alcántara hacia la Baixa lisboeta. Lo que debía haber sido un trayecto de diez minutos de charlas, fotos y vídeos se convirtió en un viaje de muerte. André Marques, de 40 años, fue la primera víctima confirmada, a través de las condolencias de sus compañeros de Carris, la empresa municipal de transportes. Su rostro sonriente no tardó en circular en las redes, en un vídeo de hace dos años en el que explicaba su trabajo como conductor. Entonces, el reportero que lo entrevistó le comentó que conducir un funicular tenía una ventaja: «se evitaba el tráfico y las curvas». Justamente, solo hay una curva en el trayecto. Fue precisamente en ella donde se produjo la catástrofe. Al parecer, André no pudo hacer nada para evitarla y los expertos aseguran que aunque se activara el freno de mano, la velocidad era tanta que no habría servido para evitar el choque. Aun así, esa curva fatal también impidió que la tragedia fuera aún mayor. «Si no hubiera sido por eso, habría habido muchas más víctimas», relató una portuguesa que se encontraba en la plaza de los Restauradores en ese momento. Si el funicular hubiera seguido descendiendo a la velocidad que llevaba, habría acabado impactando contra el otro vagón, que también estaba lleno de pasajeros y acababa de iniciar la subida. «Vamos a morir todos», alcanzó a decir Abel Esteves a su esposa al ver la velocidad con la que bajaba el funicular. Como muchos otros lisboetas que usan el elevador a diario, Abel vive en el Barrio Alto y, a la hora del accidente, regresaba a casa. «Hubo un gran estruendo. Nuestro vagón retrocedió y todas las personas que iban de pie cayeron al suelo», relató. Cuando vio el otro funicular bajando a toda velocidad, pensó que acabaría chocando contra ellos, algo que por suerte no ocurrió. En medio de la conmoción, tanto Abel como el resto de los pasajeros comenzaron a salir como podían, algunos incluso por las ventanillas del vagón. Varios transeúntes se apresuraron a socorrer a las víctimas. Farid Shovro, que trabaja en una tienda de recuerdos cercana, vio a un niño llorando y, cuando se acercó para ayudarlo, ya había cuerpos entre el montón de escombros en que quedó reducido el funicular. Poco después, la policía ordenó a los curiosos que se alejaran y los bomberos llegaron en cuestión de minutos. «Gracias a la rápida actuación no tenemos que lamentar más víctimas mortales», aseguró Montenegro. Aun así, Lisboa despertó de luto. La imagen del funicular destrozado por la brutalidad del impacto permanece en la retina de transeúntes y curiosos que se acercan para hacer fotos, grabar vídeos o depositar flores en memoria de las víctimas. Quienes presenciaron el accidente confiesan que «nunca habían visto algo así». Otros vecinos señalan que los vagones suelen ir abarrotados, con personas incluso agarradas por fuera. «Un niño extendió sus brazos para pedirme que lo ayudase» Cada año, el Elevador da Glória transporta a más de tres millones de pasajeros. El miércoles debía haber sido un día más. Por la mañana, entre las 9:13 y las 9:46, los técnicos realizaron una inspección visual y concluyeron que todo estaba en orden. El cable que se partió –presunto origen del accidente– todavía tenía 263 días de vida útil antes de su sustitución. Sin embargo, algo falló y desencadenó la tragedia. Tras la conclusión de las autopsias y la identificación de los cadáveres, se divulgarán las nacionalidades de los fallecidos. De momento, entre los heridos hay ciudadanos de España, Francia, Italia, Marruecos y Corea del Sur. «Un niño extendió sus brazos para pedirme que lo ayudase», contó un testigo. Fue la única forma que encontró el menor, de nacionalidad alemana, para pedir auxilio. A su lado estaba su madre, atrapada entre los hierros; fue rescatada en estado grave y tuvo que ser operada. Junto a ellos, sin vida, se encontraba el padre del niño. Límit

Sep 4, 2025 - 10:43
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Abel, uno de los heridos del accidente del funicular de Lisboa: «Vamos a morir todos»
Virginia López

Las primeras imágenes parecían más un escenario de guerra que una de las atracciones turísticas más emblemáticas de Lisboa. Un fuerte estruendo, seguido de humo, llantos y gritos en varios idiomas, transformaron el mítico Elevador da Glória en una de las mayores tragedias de la ... historia reciente de Portugal, en palabras del primer ministro luso, Luís Montenegro.

Eran las seis y cinco de la tarde. Dentro viajaban varios funcionarios de la Santa Casa da Misericórdia de Lisboa, que acababan de terminar su jornada laboral, y numerosos turistas que descendían del mirador de San Pedro de Alcántara hacia la Baixa lisboeta. Lo que debía haber sido un trayecto de diez minutos de charlas, fotos y vídeos se convirtió en un viaje de muerte.

André Marques, de 40 años, fue la primera víctima confirmada, a través de las condolencias de sus compañeros de Carris, la empresa municipal de transportes. Su rostro sonriente no tardó en circular en las redes, en un vídeo de hace dos años en el que explicaba su trabajo como conductor. Entonces, el reportero que lo entrevistó le comentó que conducir un funicular tenía una ventaja: «se evitaba el tráfico y las curvas».

Justamente, solo hay una curva en el trayecto. Fue precisamente en ella donde se produjo la catástrofe. Al parecer, André no pudo hacer nada para evitarla y los expertos aseguran que aunque se activara el freno de mano, la velocidad era tanta que no habría servido para evitar el choque. Aun así, esa curva fatal también impidió que la tragedia fuera aún mayor. «Si no hubiera sido por eso, habría habido muchas más víctimas», relató una portuguesa que se encontraba en la plaza de los Restauradores en ese momento. Si el funicular hubiera seguido descendiendo a la velocidad que llevaba, habría acabado impactando contra el otro vagón, que también estaba lleno de pasajeros y acababa de iniciar la subida.

«Vamos a morir todos», alcanzó a decir Abel Esteves a su esposa al ver la velocidad con la que bajaba el funicular. Como muchos otros lisboetas que usan el elevador a diario, Abel vive en el Barrio Alto y, a la hora del accidente, regresaba a casa. «Hubo un gran estruendo. Nuestro vagón retrocedió y todas las personas que iban de pie cayeron al suelo», relató. Cuando vio el otro funicular bajando a toda velocidad, pensó que acabaría chocando contra ellos, algo que por suerte no ocurrió.

En medio de la conmoción, tanto Abel como el resto de los pasajeros comenzaron a salir como podían, algunos incluso por las ventanillas del vagón. Varios transeúntes se apresuraron a socorrer a las víctimas. Farid Shovro, que trabaja en una tienda de recuerdos cercana, vio a un niño llorando y, cuando se acercó para ayudarlo, ya había cuerpos entre el montón de escombros en que quedó reducido el funicular. Poco después, la policía ordenó a los curiosos que se alejaran y los bomberos llegaron en cuestión de minutos. «Gracias a la rápida actuación no tenemos que lamentar más víctimas mortales», aseguró Montenegro.

Aun así, Lisboa despertó de luto. La imagen del funicular destrozado por la brutalidad del impacto permanece en la retina de transeúntes y curiosos que se acercan para hacer fotos, grabar vídeos o depositar flores en memoria de las víctimas. Quienes presenciaron el accidente confiesan que «nunca habían visto algo así». Otros vecinos señalan que los vagones suelen ir abarrotados, con personas incluso agarradas por fuera.

«Un niño extendió sus brazos para pedirme que lo ayudase»

Cada año, el Elevador da Glória transporta a más de tres millones de pasajeros. El miércoles debía haber sido un día más. Por la mañana, entre las 9:13 y las 9:46, los técnicos realizaron una inspección visual y concluyeron que todo estaba en orden. El cable que se partió –presunto origen del accidente– todavía tenía 263 días de vida útil antes de su sustitución.

Sin embargo, algo falló y desencadenó la tragedia. Tras la conclusión de las autopsias y la identificación de los cadáveres, se divulgarán las nacionalidades de los fallecidos. De momento, entre los heridos hay ciudadanos de España, Francia, Italia, Marruecos y Corea del Sur. «Un niño extendió sus brazos para pedirme que lo ayudase», contó un testigo. Fue la única forma que encontró el menor, de nacionalidad alemana, para pedir auxilio. A su lado estaba su madre, atrapada entre los hierros; fue rescatada en estado grave y tuvo que ser operada. Junto a ellos, sin vida, se encontraba el padre del niño. ABC Premium

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